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Reseñas

Vemos colores, puros como el misterio respetado

Los ojos quieren adentrarse en él y profanarlo, pero la obra no revela su secreto: ofrecer a la mirada el misterio, en tanto que misterio, exige que su alteridad sea evasiva, trascendente, como aquello que en la realidad es absoluto, irrefutable pero huidizo. El misterio regresa a su opacidad justamente cuando promete desvelarse.

Con la mirada, el espíritu sale al encuentro de la obra y abraza su propio silencio, la ocasión de volver a escuchar y escuchar-se. Ya no hay ruido. Lo que se nos da es la capacidad de seguir recibiendo.

Las obras de Pin Vega son tiempo espacializado. Incorporan el tiempo no como duración del trabajo (producto) sino como elemento que en su fluir establece una forma singular en el espacio. El trabajo de Pin Vega no se apropia un instante de ese flujo, deteniéndolo: es parte de ese flujo. Los trazos no capturan el movimiento, son los gestos libres de los pigmentos puros y de la materia. El tema de cada obra es resultado de este proceso en el que el conocimiento técnico y lo lúdico se dan la mano.

El autor reconoce que cada obra es un objeto que se ha hecho a sí mismo. El pintor-demiurgo deja nacer la obra. Le da la libertad de llegar a ser por sí misma lo que embrionariamente ya es. Acertadamente, Carmen Pallarés habla de azares intencionados.

Así, las obras de Pin Vega son objetos tan reales como la realidad misma. La mimesis es superada, no por la vía de renunciar a ella sino llevándola más allá de sus propios límites: lo que el pintor interroga e imita no es ya un objeto real dado sino los propios procesos naturales por los que algo llega a constituirse en objeto espacio-temporal. Aquello que es objeto de la pintura no es previo al proceso en el que se auto-constituye como objeto y, en ese sentido, el pintor no predetermina su significado. Lo que de intención hay en el azar es, por una parte, la intención de respetar el discurrir del azar en el tiempo y, por otra, la tensión que el propio objeto establece en su relación con el pintor cuando pide ser hecho. Pin Vega brinda al objeto su receptividad y su elaborada técnica para que la génesis del objeto tenga lugar.

José Luis Rodríguez
Filósofo

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PIN VEGA, PAISAJES SIDERALES

Hace poco, he tenido la suerte de conocer en persona al artista plástico Pin Vega. Fue con motivo de las jornadas de puertas abiertas del colectivo LabBrut, dentro del festival Art Banchel, donde llevó a cabo una de sus genuinas performances. Pin es un artista español de largo recorrido y de personalidad acusada. Su arte se mueve a mitad de camino entre la pintura y la escultura, con una temática absolutamente personal casi desde el comienzo de su carrera. 

Su interés por el mundo mineral lo llevó, ya en sus años de Bellas Artes, a tratar de imitar los craquelados de las tierras y las vetas de las piedras. Gracias al conocimiento técnico de los materiales, sus obras reproducen, en el terreno de lo plástico, paisajes y texturas rocosas. Emplea para ello técnicas mixtas, así como pigmentos de alta calidad e intensidad cromática, que dotan de gran poderío a su producción. Cuando uno se acerca a cualquiera de sus cuadros, descubre un juego de escala que lo hace reflexionar sobre la propia distancia y punto de perspectiva. Así, lo que podría contemplarse como una superficie aparentemente abstracta, acaba convirtiéndose, por un proceso deslumbrante de alejamiento, en un paisaje desértico, volcánico o incluso extraterrestre. Los campos áridos de marte o las misteriosas lunas de Júpiter pueden desvelarse ante el ojo del observador como fotografiados desde una sonda espacial. En este sentido, parece recrear con sabios artificios las fuerzas genésicas que rigen el cosmos, en sus niveles macro y micro. 

En sus performances ante el público, Pin logra concentrar en poco más de cuarenta minutos el proceso de creación de una obra que normalmente le llevaría semanas o meses en el estudio. Por medio de artilugios mecánicos, acelera la decantación de los materiales frescos y, ante la vista de todos, como por efecto de un temblor de tierra, de una colada de lava o de la fractura de una falla geodésica, surge de pronto un paisaje de tintes asombrosos. Son propuestas de gran impacto visual, acompañadas de una música sugerente que el artista-dj va manejando en vivo, para contribuir al clímax contemplativo. La sensación última es la haber asistido a un número de magia, cual es la conformación de un nuevo mundo. Mágicos son, al fin y al cabo, los procesos de génesis en la naturaleza, que el demiurgo Pin trata de emular con la mística de su arte.

JUAN BAUTISTA RODRÍGUEZ AGUILAR
Escritor y Filósofo